sábado, 26 de abril de 2008

Bendición de Dragón








Que las lluvias que te mojen sean suaves y cálidas.
Que el viento llegue lleno del perfume de las flores.
Que los ríos te sean propicios y corran para el lado que quieras navegar.
Que las nubes cubran el sol cuando estés solo en el desierto.
Que los desiertos se llenen de árboles cuando los quieras atravesar. O que encuentres esas plantas mágicas que guardan en su raíz el agua que hace falta.
Que el frío y la nieve lleguen cuando estés en una cueva tibia.
Qué nunca te falte el fuego.
Que nunca, te falte el agua.
Que nunca te falte el amor.
Tal vez el fuego se pueda prender.
Tal vez el agua pueda caer del cielo.
Si te falta el amor no hay agua ni fuego que alcancen para seguir viviendo.

Gustavo Roldán

miércoles, 23 de abril de 2008

23 de Abril, Día del libro

Libro, instrumento de vida



¨Definir el libro como "un juguete" no significa en absoluto faltarle el respeto,
sino sacarlo de la biblioteca para lanzarlo en medio de la vida,
para que sea un objeto de vida,
un instrumento de vida...¨

Gianni Rodari

martes, 22 de abril de 2008

Greguerias ilustradas




" La serpiente le ofreció una manzana a la luna, desde entonces solo sale de noche". 










" La luna en otoño se resiste a perder el verde aunque el amarillo va ganando terreno"


" La luna quería ser princesa pero se quedó en condesa"



" La luna de Valencia desayuna con zumo de naranja"


Texto e ilustración : Dolors Todolí


jueves, 17 de abril de 2008

Sueños de menta...


















Una luna de menta
se va de viaje en avión
la despiden con besitos
la lechuza y el gorrión

Las nubes se fueron lejos
la noche está por llegar
blanca luna, luna menta
los sueños se fue a buscar...

LLeva en su valija verde
mil quininientas direcciones
de cada estrella a la espera
de compartir emociones

Se asoma a la ventana
mientras come caramelos
y observa la maravilla
y entonces sus ojos brillan...

Detiene el avión su rumbo
se perfuma y sale al cielo
se enamora en un eclipse
de su sueño verdadero

El sol y la luna son novios
y entonces dicen : Sí! quiero...


Ilustración : Lisa Evans

martes, 15 de abril de 2008

La naranja








El viejito corre
tras una naranja
que rueda la calle.
La corre
se escapa.
La corre
la alcanza.
La corre
la caza.
La pela
la come.
Guarda tres gajitos
y la perfumada
cinta de la cáscara.


Laura Devetach

domingo, 13 de abril de 2008

El gatito negroblanco

Había una vez un gatito negro que era completamente negro. Esto no es nada extraño, pues hay muchos gatitos negros. Pero este caso sí lo era, ya que su familia era completamente blanca.

Su madre era blanca y su padre era blanco.
Las dos abuelas eran blancas, y también los dos abuelos.
Sus hermanos y hermanas eran blancos.
Sus tíos y tías y primos eran blancos.
Todos eran blancos, menos este único gatito. Y él era negro, negro desde el extremo de sus bigotes hasta la punta de su cola.
Cuando nació... qué sorprendidos quedaron todos!, pues no es frecuente que un gatito blanco sea completamente negro.
Su mamá lo lamía y lo lamía durante horas...pero no había remedio. Él seguía siendo negro como antes.
Negro como era, empezó a crecer y se hizo grande y más grande, como sus hermanos y hermanas blancas.
Casi siempre, todos estaban muy contentos. Pero ocurrieron algunas cosas inesperadas debido a su aspecto tan diferente.

Cuando todos los gatitos jugaban en la nieve, él era el primero que descubrían.
Pero cuando jugaban al escondite en la carbonera, nadie lo podía encontrar y eso resultaba fastidioso.
Un día el gatito negro dejó de jugar con los demás. Se fue solito a un rincón de la cocina, se enroscó, juntó sus patas delanteras y tomó el aspecto de un gato viejo, de un gato tan viejo como el abuelo.
- ¿Qué te pasa querido? - le preguntaba su mamá -¿ No te sientes bien?
- No me pasa nada, mamá. Estoy perfectamente bien - le contestó el gatito -. Solamente que estoy pensando.
Y así se pasó todo el día pensando y pensando.
Cuando llegó la noche y el seguía pensando... los otros gatos de la familia juntaron sus cabezas y se pusieron a susurrar.
Y a continuación...en el mayor silencio... toda la familia desapareció en la carbonera.
Un rato más tarde, aparecieron todos.
¿ Estaban igual que al entrar en la carbonera?
Bueno... no justamente...
... pues ahora, como lo pueden ver, todos eran negros, negros, negros.
La familia de gatos blancos se había transformado en una familia de gatos negros. Y todos se fueron a la cocina para ver al gatito negro, que ya era todo negro.
En la cocina había otro gatito, muy bien...
pero era blanco, blanco, blanco.
Y sobre el suelo había una bolsa de harina vacía.
- Hola! - dijo el gatito -. He decidido hacerme todo blanco para conformarlos a ustedes.

- Y nosotros nos hemos hecho negros para agradarte a ti! - gritaron todos juntos -. Oh! ¿ Qué haremos ahora?
Entonces se adelantó uno de los abuelos. Era muy inteligente y habló así:
- Negro o blanco, blanco o negro, en realidad no importa. Importa que nos queramos uno al otro y que vivamos felices.
- Esto es verdad - dijeron todos en coro -, y en verdad no importa el color.
Y se quedaron tan contentos con la buena idea del abuelo que comenzaron a jugar. Saltaron y rodaron... y se abrazaron..., en fin, jugaron como hacen todos los gatos que se quieren entre sí y son felices.
Y cuando se reunieron para cenar, no había entre ellos ningún gato blanco ni ningún gato negro. Ahora todos eran grises... y decidieron quedarse así.
Por esto y porque se querían tanto, se sentían muy felices.






Josef Palecek

viernes, 11 de abril de 2008

Brujilerías

















Era una bruja piruja, maruja, de cabello rojo enrulado que los días de humedad se volvían traviesos y le caían en rulos sobre su frente, sus ojos eran negros y saltones, su nariz grande, aunque no tenía ni un lunar o verruga y su piel blanca como la leche a pesar que siempre vestía de negro.

Todas las noches preparaba en su caldero pociones con patas de ciempiés, ojos de caracol y cola de babosa.

La gente del pueblo venía a pedirle que les cure un cayo del dedo gordo del pie o una verruga de la panza o una uña encarnada y ella siempre dispuesta les regalaba sus pociones.

A veces todo salía bien, pero otras ¡se metía en cada lío!

Un día la visitó Doña Eduviges, que era la chismosa del pueblo, para pedirle que cure a su loro que se había quedado mudo y por más que ella le hablara, el loro no decía  ni una palabra.

Nuestra bruja piruja, biruja, decidió ayudarla y preparó esa noche una sopa con lengua de mosquito y patas de gusano. El loro tomó la sopa...pero no habló.

Doña Eduviges muy furiosa visitó nuevamente a la bruja chiruja, miruja, para decirle que su loro seguía mudo. Fue entonces cuando la bruja firuja, fruja, decidió usar todo su poder y realizó un hechizo a la luz de la luna, lástima que esa noche hubo muchas nubes, para que el loro de doña Eduviges hable.

No sabemos si fue eso o que fue, pero el lorito comenzó a hablar, pero no para pedir la papa sino para contar los chismes que decía Doña Eduviges y aunque ésta trato por todos los medios de callarlo, el loro hablaba y hablaba sin parar.

Así fue como la bruja piruja, maruja, liruja, biruja, chiruja,...decidió dejar de hacer hechizos y dedicarse al cultivo de rabanitos que siempre le habían gustado en la ensalada.

                                        

Un cuento de María Delia Minor
Una ilustración de Pilar Ribas Maura

martes, 8 de abril de 2008

El grillo Romualdo


El grillo Romualdo
tiene casa nueva
y controla todo
desde la vereda

Siguiendo el consejo
de Clotaldo el Sapo
gárgaras ha hecho
puesto boca abajo.

En cuanto oscurece
se pone a cantar
con violín que estrena
desde ayer nomás

La grillita Alcira
lo escucha embobada
mientras se emociona
bajo la glicina.

Y el aire de enero
Se llena de aplausos
Por el fino canto
Del grillo Romualdo

*

Olga Migno

domingo, 6 de abril de 2008

Pubrecitu el cucudrilu


Había una vez una selva que casi se viene abajo porque Garófalo —un mono pesado como media pirámide de Egipto— se lanzó de liana en liana, desoyendo los pedidos de sus amigos, que le rogaban no desplazarse colgado...


Por suerte, la selva tambaleó unos instantes pero no se derrumbó, porque Garófalo había comprendido que incluso a él mismo, le convenía caminar prudentemente si quería seguir vivito y moneando y se desprendió de la cuarta liana justo a tiempo...
Con qué alivio respiraron todos los demás animales cuando sintieron que la selva volvía a mantenerse en su lugar, después de tantos temblores de tierra y sacudida de árboles, entonces, decidieron celebrarlo.
Espiridón —un oso hormiguero— fue el encargado de organizar la fiesta.
Envió invitaciones hasta a las hormigas, pues bien sabían que no correrían peligro alguno con ese oso, alérgico a ellas al punto que se le producía sarpullido de sólo mirarlas...
Las invitaciones decían:
“Te espero el próximo viernes, a la hora de la siesta, junto a mi madriguera. Vamos a repartir las tareas previas a la realización del acto con motivo de celebrar que aún estamos vivos. Firmado: Espiridón.”
Y así fue como el viernes, a la hora de la siesta, casi todos los animales se congregaron en las proximidades de la madriguera del oso... Faltaron sólo los amargados de siempre... esos que prefieren reunirse en los velorios y no entienden que estar vivo es un hermoso motivo para festejar...
Una vez que los asistentes a su convocatoria se acomodaron alrededor, Espiridón les anunció:
—Amigos, mañana daremos una gran fiesta. Les comunico que...
Sin esperar a que el oso concluyera la frase, el sapito González —que era uno de los animales más sinceramente entusiasmados con el festejo, ya que no es lo mismo que a uno se le caiga encima un árbol siendo sapo en vez de elefante— exclamó:
—¡FAAANTAAÁSTIIICOOOOOO!
Además de alérgico a las hormigas, Espiridón lo era también a las pulgas; por eso tenía pocas, tan pocas pulgas que no soportaba que nadie lo interrumpiera mientras hablaba. Y menos un animal que tuviese boca amplia, extendida, generosa como la del sapito.
—¡No tolero a los bocones! —pensaba—. ¡Aj! Se me estará por producir una nueva alergia.
Para su fastidio, cuantas veces trataba de reanudar su discurso González lo interrumpía, sin mala intención... pero lo interrumpía... el sapito lanzaba sus exclamaciones de boca abierta de par en par... de vocales abiertas también de par en par:
—¡MAAARAAAVIIILLLOOOOOSOOOOO!
—¡ESPLEEEEÉNDIIIDOOOOO!
—¡MAAAGNIIIIÍFICOOOOOOO!
—¡EEESTOOOOOY DEEE AAAACUUUUUERDOOOO!
Apenas pronunció: ¡EEESTOOOOOY DEEE AAAACUUUUUERDOOOO! se arrepintió, porque el oso —al borde de un ataque de “antiboquismo”— acababa de informar:
—¡NO PODRÁN CONCURRIR A LA FIESTA LOS ANIMALES DE BOCA GRANDE!
Y era evidente que lo decía dirigiéndose exclusivamente a él...
Entonces, como González era sapo, sí, pero no zonzo, saltó junto al oso, fingió gran preocupación por lo que terminaba de escuchar, enfrentó a Espiridón con valentía y, frunciendo su boca al máximo, gritó:
—¡PUBRECITO EL CUCUDRILU!

jueves, 3 de abril de 2008

El árbol de mango

Mi abuelito es carpintero; con sus manos construye muebles, sillas, mesas y roperos que le encargan los adultos, y con los pedazos de madera que le sobran, en las tardes se pone a fabricar carritos, muñecos, casitas y caballitos para los niños.

Yo vivo cerca de un río, y todas las tardes mi abuelito me lleva ahí para enseñarme a nadar, para jugar a las escondidas o para que me suba a los árboles. A veces él se sube a los árboles conmigo, entonces me enseña los nidos de las aves y a reconocer el canto de los distintos pájaros. También me enseña a bajar con la mano la fruta que nos regala la naturaleza; mi abuelito dice que no debemos tirar la fruta con piedras, por que los árboles sufren cuando los golpean.Antes tenía mi árbol preferido.
Era un árbol de mango que no había crecido mucho, y todas las tardes me subía a jugar con él. En la temporada que tenía fruta, con la mano tomaba cuatro mangos que llevaba a mi casa para compartir con mis papás y mi hermanito.
Uno noche llovió muy fuerte, tan fuerte tan fuerte, que el árbol de mango se cayó. Cuando lo vi me sentí muy triste, y me puse a llorar. Mi abuelito me limpió las lágrimas, y me dijo que no llorara, por que de ese árbol íbamos a aprender muchas cosas, y además, si actuábamos con inteligencia, muy pronto tendríamos muchos árboles de mango.
Ese día nos llevamos una rama, y al día siguiente mi abuelito ya había fabricado con ella un pajarito como los que vivían en el árbol. Con otras ramas me enseñó a construir una casita para muñecas que le regalamos a mis primas, y después con trozos del tronco, hicimos borreguitos, pollos, trompos, palomas, baleros, un carrusel y un asiento de columpio, que mi abuelo colgó con cuerdas de otro árbol para que jugáramos todos sus nietos.
Una tarde que llegué de la escuela, mi abuelito me estaba esperando con una sorpresa. Sin decirme nada, había cultivado varias semillas de mango en unas bolsas negras con tierra, esas semillas crecieron, y ahora teníamos unas hermosas plantitas con largas hojas verdes. Ese día fuimos con toda mi familia al río, para plantar a los hijitos del árbol de mango que la lluvia había tirado.
Ahora el río se ve muy bonito, con muchas plantas de mango, que como yo, van creciendo poco a poco.

Luis Antonio Rincón García

miércoles, 2 de abril de 2008

Al libro infantil, en su día...


Hace muchos, muchos años, en un lejano país llamado Dinamarca, nació un niño muy especial al que llamaron Hans Chiristian Andersen.

Desde pequeño. le gustaba escuchar las historias fantásticas que le contaba su papá...
Cuando se hizo grande, quiso escribirlas para contárselas él mismo a todos los niños del mundo.
Hoy, se festeja el ¨Día internacional del libro infantil¨, en honor a su nacimiento y en agradecimiento a la vida de los personajes que dan magia a la infancia en cada uno de sus cuentos.


¨ El patito feo¨ es una de sus historias y dice así...


Era verano, y la región tenía su aspecto más amable del año. El trigo estaba dorado ya, la avena verde todavía.
El heno había sido apilado en parvas sobre las fértiles praderas, por las que ambulaba la cigüeña con sus rojas patas, parloteando en egipcio, único idioma que su madre le había enseñado.
En torno del campo y las praderas se veían grandes bosques, en cuyo centro había profundos lagos. Y en el lugar más asolado de la comarca se erguía una antigua mansión rodeada por un profundo foso. Entre éste y los muros crecían plantas de grandes hojas, algunas lo bastante amplias como para que un niño pudiera estar de pie bajo ella. Y allí entre las hojas, tan retirada y escondida como en lo profundo de una selva, estaba una pata empollando.
Los patitos tenían que salir dentro de muy poco, pero la madre se sentía muy cansada, pues la tarea duraba ya demasiado tiempo.
Uno tras otro, los huevos empezaron a crujir suavemente.
- Queda por abrir todavía el huevo más grande. ¿Cuánto tiempo tardará? -se preguntó, volviéndose a echar en el nido.
Por último el huevo que tardaba en abrirse empezó a crujir...


Este es solo el principio de un cuento hermoso, pedile a mamá o a papá que continuen con esta historia llena de encanto...

martes, 1 de abril de 2008

Un hipopótamo tan chiquito








Un hipopótamo tan chiquitito
que parezca de lejos un mosquito,
que se pueda hacer upa
y mirarlo con lupa,
debe ser un hipopotamito.

María Elena Walsh