sábado, 23 de octubre de 2010

Pucho no es un héroe




- ¡Afuera, Pucho! – exclama mamá Betty, empujándolo con la escoba.


Con la cola entre las patas, el cachorro se aleja de la cocina y del rico olorcito a milanesas.


- ¡Perro pulguiento, no te acerques al bebé! – grita la abuela Nora, cuando lo ve espiar a la cosa rosada y gritona que ahora recibe todos los mimos.


- ¡Má, Pucho me rompió las medias! – chilla Germán, sacándole la pelota con la que estuvo jugando. Bueno, él creyó que era pelota, ¿por qué hacer tanto escándalo? Cualquiera se confunde ¿verdad? – piensa Pucho, cada vez más infeliz. Ya nadie lo quiere, por lo visto. Ni siquiera Marcia, ¡que quién sabe dónde estará ahora!


Y es lógico. Después de todo, él nunca será tan grande, tan fuerte o tan inteligente como los perros de la tele. Esos que saltan precipicios, atraviesan llamaradas o nadan en ríos revueltos para salvar a cualquiera que esté en peligro. ¡Y sin que les tiemblen ni un poquito las patas!


En cambio, a él ¡lo asustan tantas cosas! Y saber… solo sabe ladrar, mover la cola... y dar unos lengüetazos tibios y mojados. Nada tan importante como lo que hacen esos perros de película. ¿Cómo alguien va a quererlo, entonces?





Más triste que un globo pinchado, se esconde debajo de la cama.

No saldrá nunca más.


Total, ¿a quién le importa?


Lloriquea bajito, no sea que lo reten por despertar al bebé. Aburrido y triste, se duerme. Así, por lo menos, puede soñar cosas lindas.







- ¡Puchi ¿dónde estás, hermoso?!


La voz llena la pieza de luz y lo despierta. Sale de su escondite, todavía con la cola entre las patas. ¿Lo están llamando, o es un sueño? Pero no, ¡es cierto! Marcia le da un abrazo tibiecito, y pone la cara pecosa junto a su cabeza pelidura


- ¡Qué ganas tenía de verte! ¡Te extrañé mucho en la escuela ¿sabés?!


Y rascándole las orejas, le cuenta su primer día de clases.

Aunque no entienda demasiado, el cachorro se da cuenta de que no necesita ser un héroe.


Que basta con ser Pucho para que Marcia lo quiera un montón.





Texto: © Olga Appiani de Linares (Argentina)


Ilustración: Liliana Ham (Argentina)










viernes, 8 de octubre de 2010

Lágrimas de troll





Cuando el famoso caballero sueco Alf Hammarskjöld tuvo noticia de que un troll había bajado de las montañas y se había asentado cerca del puente de Skapkarmal, tomó su caballo Bjeifill y su cuerno Grond y acudió a matarlo.


Cuando lo hubo matado descansó a la orilla del río Grimskamisdär, en una playa de pequeños guijarros y decidió pasar allí la noche.


Al poco de salir la luna, escuchó un tremendo lamento proveniente de las montañas que le traspasó el corazón; se puso en pie acongojado por tanto dolor.


En ese momento, pasaba por allí una mujer vieja, de la que todos decían que era bruja.


El caballero le preguntó:


“Decidme ¿quién vive en las montañas que sufre de este modo?”


“Es el padre del troll que habeis matado” –contestó la vieja- “que llora por su hijo muerto”


“En todos mis años nunca he visto una lágrima de troll” –respondió el caballero-


“Pues las estais pisando” –dijo la vieja, y el caballero vio debajo de sus pies miles de piedrecitas que durante años el río había ido arrastrando desde lo alto de la montaña.






Texto : Jesus Fernandez (España)


Ilustración: Marcelo Tomé (Argentina)